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Las iguanas |
Después de estar algunos días en Montañita la próxima parada era Guayaquil. Allí íbamos a realizar un voluntariado en una escuela. El voluntariado consistía en hacer un huerta para sembrar alimentos. Nuestra anfitriona nos lleva a pasar la primera noche a su casa. Pero nos advierte que no le digamos a su madre (y familiares) que somos de Colombia. Desde ahora somos venezolanos. Kati, la anfitriona, es vegetariana. El tiempo que estuvimos con ella solo fue frutas y verduras. Algo muy bonito y nutritivo. La escuela queda a las afueras de guayaquil. En un barrio de invasión. Donde no hay servicio de agua ni recolección de basura. Solo servicio eléctrico. El bus pasa cada 2 o 3 horas. Si es que pasa. Ya nos habíamos comprometido a realizar el voluntariado y no podíamos echar marcha a tras. Nuestra función fue limpiar el colegio. Recoger las basuras y separarlas (vidrios, plásticos, cartón) para luego venderla. Todo esto por un lugar donde dormir y un plato de comida. Realizar reciclaje es muy difícil. Todo el día agachados y escarbando en la tierra. Pasan las horas hasta llegar el descanso. Los niños salen a su recreo y vuelven a ensuciar lo que ya habíamos limpiado. Un circulo vicioso. En esas no la pasamos como 5 días. Otra vez sin bañarnos. Porque no había agua. Cuando regresamos a guayaquil, con nuestro materia de reciclaje buscamos donde venderlo. Llevábamos como 6 sacas de cosas para reciclar. Lo único que se vendió fueron las botellas plásticas. El resto era basura. Por esta labor nos ganamos 1 dólar. Que se fue en los pasajes. Queda la experiencia de reciclar.
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